martes, 11 de septiembre de 2012

Las respuestas de Dios ante los Problemas cruciales de la vida moderna.



 La Depresión en Cristo tiene solución

Heb 12:12–17 12Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; 13y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. 14Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. 15Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; 16no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. 17Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.
INTRODUCCIÓN: Cifras conservadoras muestran que más del 30% de las personas padecen cuadros depresivos u otra enfermedad mental. Eso quiere decir que 90 millones de personas en Estados Unidos presentan desordenes emocionales que, mirando al futuro, nos obliga a percibir un panorama muy peligroso para una nación que por su potencial bélico necesita líderes equilibrados para tomar decisiones correctas porque está en juego la tranquilidad mundial.
Los números, en términos económicos, muestran que las naciones desarrolladas gastan millones de dólares y euros en atender a una población emocionalmente inestable que se multiplica y reclama atención médica o ayuda profesional.
En Estados Unidos, la depresión se ha convertido en una de las enfermedades más comunes, que llega a afectar cada año a una décima parte de los adultos en edad de trabajar.
La depresión es un trastorno emocional que se caracteriza por alteraciones del humor, tristeza, baja autoestima, cansancio, insomnio, pensamientos negativos y que le impide desarrollar con normalidad las actividades de la vida diaria.
Estas cifras nos permiten decir abiertamente que, en una Iglesia, con una membresía de 100 miembros, más de 30 padecen este mal que puede resultar incomprensible en personas que tienen la responsabilidad de compartir la paz de Cristo, cuando ellos mismos no la tienen ni confían en el poder del Señor que ellos anuncian.
Hay dos maneras de atender el problema. La primera es ignorarlo, que no permite ni el tratamiento ni la sanidad. En segundo lugar, afrontarlo, buscando la ayuda necesaria, tanto espiritual como profesional.
¿Tiene la Biblia el consejo de Dios para vencer la depresión? Permitamos que el Señor nos brinde la ayuda para encontrar respuesta a uno de los problemas más cruciales de la vida moderna, usando este texto de la Carta a los Hebreos para escuchar lo que Dios nos dice, porque “Dios es nuestro sanador”.
1. DEBEMOS RECONOCER QUE TENEMOS PROBLEMAS. Hebreos 12:12-13
12 Por lo tanto, restauren las manos debilitadas y las rodillas paralizadas;
No hay duda que antes de buscar ayuda tenemos que confesar que existe un problema emocional que nos está afectando, incluidos pastores y líderes espirituales. Una carga emocional lleva al creyente, no importa su jerarquía eclesiástica, a que sus manos se debiliten y que sus rodillas se paralicen, esto no tiene otra manifestación que la desesperación y el desaliento.
La depresión no reconocida, no confesada, lleva al desastre, porque se convierte en una adicción, a acostumbrarse a vivir con ella, al punto que no busquemos ni deseemos salir de ese estado.
Hace poco asistí a una conferencia pastoral en la que se trató el tema de la salud emocional entre pastores, las cifras son honestamente impublicables. La explicación es que los pastores vivimos en el mismo mundo que los fieles, en una época que ha sido denominada como la “Era de la ansiedad”.
El consejo de Dios es claro: Restauración. Usemos el texto del griego del Nuevo Testamento para tener una mejor explicación de lo que Dios está diciendo en Su Palabra. νορθώσατε, (anorthósate) cuya raíz es νορθόω (anorthoō): reconstruir, restaurar, reedificar, enderezar, erguir de una posición torcida, recibir ánimo, literalmente fortalecer.
Dios promete efectuar la restauración. Jeremías 15; 19-20: "Por tanto, así ha dicho el Señor: —Si tú vuelves, yo te restauraré, y estarás de pie delante de mí. Te pondré ante este pueblo como un muro fortificado de bronce. Lucharán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estaré contigo para salvarte y librarte, dice el Señor."
Volverse a Dios es dejarse guiar por la Palabra, medio por la cual el Espíritu Santo nos lleva a reconocer nuestro estado, a confiar en el Señor y Él, por su gracia nos restaura, nos declara vencedores y nos promete que estará con nosotros para salvarnos y librarnos.
¿Cómo Dios nos da la sanidad? 13 y enderecen para sus pies los caminos torcidos, para que el cojo no sea desviado, sino más bien sanado. La acción del Espíritu Santo trae como resultado que nuestros pies, nuestra vida es enderezada por el Señor, no hay posibilidad de desvío bajo su dirección, no hay cojera depresiva que nos mate la vida espiritual, que nos robe la alegría, porque la sanidad del Señor fluirá, estará a la vista.

2. PROCURAR LA PAZ Y LA SANTIDAD. Hebreos 12:14-17
14 Procuren la paz con todos, y la santidad sin la cual nadie verá al Señor.
¿Es posible tener Paz y Santidad? La respuesta es no, porque el pecado ha contaminado la totalidad del ser humano y eso afecta la relación entre los hombres y Dios y entre las personas entre sí.
La Palabra de Dios explica cuáles son los obstáculos para estar en paz y santidad, nos muestran las manifestaciones de la condición de pecadores que nos impide alcanzar, por nuestros propios medios, la gracia de Dios o, en el caso de los creyentes, caer de ella,
(1)15 Miren bien que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que ninguna raíz de amargura brote y cause estorbo, y que por ella muchos sean contaminados.
La primera barrera encontrada en el texto, que bloquea la paz y santidad es: La amargura que se da en la esfera de las emociones y causa trastornos severos de conducta. La amargura es definida como un estado de aflicción y disgusto permanente.
La raíz de la amargura es la ofensa, somos ofendidos y no perdonamos, guardamos el resentimiento. Como no perdonamos la ofensa, empezamos a odiar al que nos ofendió. La combinación de odio y resentimiento nos convierte en amargados. La amargura es un veneno que nos daña más a nosotros que al ofensor, porque nos lleva a la soledad y la soledad a la depresión. La negativa de dar perdón priva a la persona de recibir el perdón de Dios. La Biblia es clara, “si no perdonamos a los hombres sus ofensas, tampoco Dios nos perdonará a nosotros las nuestras”. Lo decimos en el Padre Nuestro, “Perdona nuestras ofendas, porque ya yo he perdonado a los que me han ofendido”.
El consejo de Dios es claro: “Ve y reconcíliate, primero con tu hermano”. Con la reconciliación viene la paz con Dios y con nuestros semejantes, pues se basa en el perdón. Perdonar es la clave para ser liberados de la amargura, del resentimiento, odio, soledad y depresión.
(2) 16 que ninguno sea inmoral. La Palabra de Dios cuando se refiere a la inmoralidad la enfoca en pecados sexuales, las define como pasiones vergonzosas: Fornicación, adulterio, lascivia. El disfrute pleno del placer sexual fue ordenado por Dios para el matrimonio, pero la sociedad liberal lo enfoca exclusivamente al placer hedonista, placer y satisfacción natural, lo que excluye el Plan de Dios sobre la sexualidad. (nada de amor)
Dios estableció dos géneros: “Varón y hembra los creó”. La sociedad liberal agregó tres nuevos géneros: Homosexual, transexual y bisexual.
El concepto liberal rechaza lo que Dios dice, eso es pecado, el pecado nos hace enemigos de Dios y sin Dios no hay paz ni santidad.
Por otra parte, la inmoralidad sexual causa efectos negativos en la salud física y mental. Los estados depresivos son frecuentes entre quienes llevan vidas sexuales desordenadas, son numerosos los casos de suicidios, asesinatos, violaciones y abusos. Violar los preceptos de Dios jamás trae paz ni santidad.
El consejo de Dios: “Huyan de la inmoralidad sexual”
(3) 16 que ninguno sea profano como Esaú que por una sola comida vendió su propia primogenitura. 17 Porque ya saben que fue reprobado, a pesar de que después quería heredar la bendición, porque no halló más ocasión de arrepentimiento, aunque lo buscó con lágrimas.
Esaú, el primer hijo de Isaac, a quien le correspondía ser bendecido por su Padre, actuó como profano, porque cambió la bendición por el placer de una comida. Rechazó la bendición para hacerse esclavo del placer. Las consecuencias de su conducta fueron las lágrimas, es decir, tristeza, dolor, angustia, desesperación: Depresión, en lugar de paz y santidad.
El consejo de Dios: Recibamos con alegría su bendición. "El Dios de paz, que por la sangre del pacto eterno levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, les haga aptos en todo lo bueno para hacer su voluntad, haciendo él en nosotros lo que es agradable delante de él por medio de Jesucristo. Amén." (Hebreos 13: 20-21)
CONCLUSIÓN
La depresión tiene su origen, como el de todos los males, en el pecado y el pecado se manifiesta al vivir conforme a nuestros deseos, desobedeciendo lo que Dios dice. No reconocer que somos pecadores y necesitamos el perdón, es rechazar la gracia y bendición de Dios Padre y la obra de su Hijo Cristo. Estar deprimidos y no reconocerlo es bloquear cualquier posibilidad de ser sanados, ni por Dios ni por los consejeros.
Dios promete restaurar, mediante el perdón en Cristo al pecador que arrepentido confiesa su pecado. El perdón de Dios nos capacita y anima a perdonar a quienes nos han ofendido y sacar de nuestra vida cualquier estorbo que atente contra la paz. Dios nos da su fortaleza, mediante la fe, para hacer frente a todas las adversidades que se presenten en nuestras vidas. Su Divina ayuda está disponible para darnos la victoria, por causa de Cristo, sobre la inmoralidad y todas las tentaciones. La paz y la santidad es la exclusiva obra de Dios, quien actúa por Su Palabra y los Sacramentos. Por el evangelio Dios proclama la paz y la santidad para todos por medio de Jesucristo. Cristo es nuestra paz y nos justifica por fe, por tanto no hay condenación para quienes están en Él. El precio de nuestra paz fue sobre Él, quien la alcanzó por la sangre derramada en la Cruz. Permitamos que Dios nos de la libertad de la depresión, recibiendo con gozo la salvación y con alegría su perdón. Amén.
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