La Desobediencia trae consecuencias.
Las Sagradas
Escrituras nos dicen lo siguiente en Colosenses 3:20. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque
esto agrada al Señor.
A los seis años de edad, un niño ya
está capacitado para colaborar en casa, hacer algún que otro recado, empezar a
responsabilizarse de sus cosas y gozar de cierto grado de autonomía. Es muy
importante que desde ahora le inculquemos el hábito de obedecer y que no
rebajemos planteamientos. De lo contrario, corremos el riesgo de ver cómo llega
a la adolescencia sin que haya adquirido nunca la costumbre de hacernos caso.
Desde ahora, garantizar un clima de armonía familiar depende, en gran medida,
de la atención que le prestemos a este aspecto de su educación.
¿Está adquiriendo
nuestro hijo el mal hábito de la desobediencia?En algunas ocasiones
la desobediencia es clara y rotunda: nuestro hijo
se niega a cumplir nuestras órdenes de una forma explícita o hace,
precisamente, lo que le hemos prohibido desafiando así nuestra autoridad. Este
tipo de rebeldía es fácilmente detectable. Debemos estar alerta para actuar
enérgicamente si se produce con excesiva frecuencia. Sin embargo, muy a
menudo la desobediencia se expresa de una forma mucho más sutil
y camuflada. Por ejemplo, cuando nuestro hijo:
- hace como si no nos hubiera oído y
se ampara luego en esta excusa para justificarse
- repite que sí reiteradamente
para no tener que oírnos más pero no tiene intención de cumplir con la
petición
- busca excusas
del tipo: "No hago la cama porque llegaré tarde a clase",
"no puedo ir a la compra porque ayer en clase de gimnasia me hice daño en
el pie"
- expresa su desobediencia mediante comportamientos
exagerados, como cerrar de golpe la puerta, utilizar palabrotas,
llorar…
- está ocupado en una actividad más placentera
que aquella que nosotros le estamos pidiendo
- no oye realmente lo que le pedimos, porque
está distraído en otra actividad. Debemos distinguir esta circunstancia de
aquellas ocasiones en que hace ver que no nos ha oído
- no comprende lo que le mandamos
- está habituado a que nosotros acabemos
haciendo por él lo que le pedimos
- sabe que los padres repetiremos varias veces
la indicación, antes de que él deba responder
- Siempre que sea posible, en lugar de dar órdenes o hacer preguntas, ofrecer
dos opciones para que nuestro hijo pueda escoger una. Por
ejemplo, en vez de decirle "baja la basura" o preguntarle
"¿quieres bajar la basura?", plantearle las opciones de:
"¿qué prefieres, secar los platos o bajar la basura?".
- Procurar no darle demasiadas
instrucciones a la vez. Es mejor esperar a que obedezca una orden,
antes de plantearle la siguiente.
- La instrucción debe ser simple,
utilizando pocas palabras. Es importante que sea comprensible para
nuestro hijo y razonable para su edad. También es
importante que sean peticiones específicas, es decir, que
quede bien claro el comportamiento que debe seguir. Es mejor decir "a
las seis intenta tener los ejercicios de matemáticas acabados y la lección
de sociales estudiada, para poder ver tu programa favorito", que
"acaba tus tareas escolares pronto".
- Utilizar un tono de voz agradable.
Es mejor si nos ponemos a la altura de nuestro hijo y le miramos
directamente a los ojos (asegurándonos que él también nos mira).
- Es importante que expliquemos a
nuestro hijo las razones por las que le pedimos o le prohibimos
que haga algo. Esta información deberá ser apropiada para la edad del
niño.
- Establezcamos rutinas.
A tu hijo le ayudará a obedecer el hecho de tener que hacer cada día lo
mismo y a la misma hora (tirar la ropa a lavar después de la ducha, recoger la
mesa, etc.). La cooperación acabará convirtiéndose en un hábito.
- A partir de los 6 años los niños, en cierta
medida, ya son más capaces de participar en la creación de las
reglas. De esta manera, probablemente se sentirán más responsables y
las comprenderán mejor. Este hecho contribuirá positivamente a que cumplan
los mandatos. Por tanto, es importante que empecemos a dejarle negociar
con nosotros las exigencias y las consecuencias de su cumplimiento o
incumplimiento, escuchando sus razonamientos. Pero, en último término,
seremos nosotros los que decidiremos.
- Para motivar a nuestro hijo para que cumpla aquello que más le
cuesta, le daremos la indicación de manera positiva,
explicándole que, cuando cumpla nuestro mandato, le ofreceremos un
privilegio. Por ejemplo: "si ordenas tus juegos antes de la cena,
jugaré contigo al ajedrez". Es importante que nosotros cumplamos con
lo pactado.
- A veces hay momentos en los que no podemos
premiar inmediatamente a nuestro hijo o es mejor reforzar cada uno
de los pequeños pasos que componen una conducta final. Un
programa alternativo que puede ayudarnos a presentar el refuerzo desde un
punto de vista diferente es el sistema de fichas o
puntos.
- Consiste en proponer a nuestro hijo previamente un objetivo a
conseguir durante un periodo de tiempo determinado. Cada vez que actúe de
acuerdo con nuestro objetivo, obtendrá un punto. Estos puntos se canjearán
por una recompensa que se habrá establecido con anterioridad.
Premio a conseguir: Salir al cine
una noche con nosotros, comer o cenar en un sitio de su gusto, invitar a un
amigo a dormir a casa…
Cómo conseguir los puntos: Si obedece a la segunda orden, un punto. Si obedece a la primera orden, dos puntos. Si a una hora concreta y estipulada se dispone por iniciativa propia a realizar una de sus tareas u obligaciones habituales (bañarse, sentarse a cenar, ponerse a estudiar…), cuatro puntos. Los puntos no se deben "regalar" pero deben ser fácilmente accesibles.
Cómo conseguir los puntos: Si obedece a la segunda orden, un punto. Si obedece a la primera orden, dos puntos. Si a una hora concreta y estipulada se dispone por iniciativa propia a realizar una de sus tareas u obligaciones habituales (bañarse, sentarse a cenar, ponerse a estudiar…), cuatro puntos. Los puntos no se deben "regalar" pero deben ser fácilmente accesibles.
- Es de suma importancia que, cuando haga lo que
le pedimos, alabemos y elogiemos su comportamiento
(felicitarlo, decirle lo contentos que estamos de lo que ha hecho, etc.).
- Las consecuencias que seguirán a la
desobediencia, deben quedar establecidas claramente de antemano.
Podemos retirar un privilegio cada vez que no cumpla una exigencia. Por
ejemplo, "cuando sigas jugando con el videojuego en vez de dejarlo
para hacer otra cosa, te quedarás sin videojuego durante todo el día
siguiente".
- Comprobar
y asegurarnos que cumple con lo indicado para, después, poder aplicar
las consecuencias apropiadas.
- Aunque estemos enfadados con nuestro hijo,
debemos explicarle con objetividad y serenidad las ventajas de
obedecer y por qué es necesario restar privilegios cuando no lo
hace. Aunque pueda parecer que no lo comprende, razonar con él y analizar
las consecuencias de su conducta le ayudará a ver
más claro nuestro punto de vista y podrá prever futuras consecuencias en
situaciones similares.
- A veces el sentido del humor puede
ayudarnos a solucionar situaciones muy tensas, sobre todo con
nuestros hijos mayores. Por ejemplo, si insiste e insiste en justificarse
para no llegar a la hora que le hemos dado podemos decirle: "Tienes
razón, es mejor llegar tarde a casa. Llegar a la hora es una molestia. Es
mejor llegar tarde un par de días y luego pasarse una semana sin salir
pensando qué estarán haciendo tus amigos mientras tú estás en tu
cuarto…"
- Asegurémonos de que haya entendido la orden.
Escuchémosle con atención cuando intente dar una explicación. Si es una
excusa que no nos sirve como explicación, utilizaremos la expresión "de
todos modos". Por ejemplo, "ya sé que te gusta el programa de
televisión que estás viendo pero de todos modos, quiero que pongas ahora la mesa
porque ya es hora de comer". No hay que entrar en debate con él.
- Si no obedece, sin discutir le retiraremosaquellos privilegios que
habíamos establecido de antemano. Para que la estrategia funcione, es
importante que los privilegios retirados sean valorados
por nuestro hijo. Y es fundamental que seamos constantes y no cambiemos
nuestra posición. Si nuestro hijo de 10 años llega sistemáticamente tarde
a casa perderá el privilegio de salir durante un período de tiempo
establecido.
- Tiempo fuera:
Cuando nuestro hijo desobedece "descaradamente" a pesar de reiterados
avisos por nuestra parte, no perdamos el control.
Lo mandaremos solo, sin discutir ni reprochar nada, a una habitación o a un rincón donde no pueda entretenerse, durante un período breve de tiempo. Comprenderá que para mantener y recuperar sus antiguos privilegios es mejor obedecer a la primera. Le explicaremos claramente el motivo del aislamiento (cada vez que interrumpe cuando tú hablas por teléfono o cuando nunca encuentra el momento de hacer los deberes) y le avisaremos de las consecuencias de salir antes de acabar el plazo de tiempo (puede quedarse aislado más tiempo).
Lo mandaremos solo, sin discutir ni reprochar nada, a una habitación o a un rincón donde no pueda entretenerse, durante un período breve de tiempo. Comprenderá que para mantener y recuperar sus antiguos privilegios es mejor obedecer a la primera. Le explicaremos claramente el motivo del aislamiento (cada vez que interrumpe cuando tú hablas por teléfono o cuando nunca encuentra el momento de hacer los deberes) y le avisaremos de las consecuencias de salir antes de acabar el plazo de tiempo (puede quedarse aislado más tiempo).
- Lo mandaremos solo, sin discutir ni reprochar nada, a una
habitación o a un rincón donde no pueda entretenerse, durante un período
breve de tiempo. Comprenderá que para mantener y recuperar sus antiguos
privilegios es mejor obedecer a la primera. Le explicaremos claramente el
motivo del aislamiento (cada vez que interrumpe cuando tú hablas por
teléfono o cuando nunca encuentra el momento de hacer los deberes) y le
avisaremos de las consecuencias de salir antes de acabar el plazo de
tiempo (puede quedarse aislado más tiempo).
- Le retiraremos nuestra atención y
le ignoraremoscuando conteste provocativamente a nuestras
indicaciones o por ejemplo, se vaya cerrando de golpe la puerta. Puede ser
que lo haga para que le hagamos caso, para llamar nuestra atención o
porque de este modo consigue no obedecer (al menos, de momento). Siempre
que ignoremos una conducta incorrecta de este tipo le estaremos motivando
para no volver a repetirla. Dejaremos pasar un tiempo prudencial y
repetiremos la orden, esta vez avisando de las consecuencias que tendrá el
no cumplirla. Por otra parte, cada vez que se muestre colaborador
deberemos reforzarle.
- Si la desobediencia implica una acción
peligrosa para nuestro hijo o para los demás (cruzar la calle sin
mirar, romper objetos, etc.), mostrando expresión y tono de voz firme, le
diremos: "¡no!" o "¡basta!”. Si es necesario, pararemos
físicamente su acción. Luego, le retiraremos un privilegio.
"Ya te va a
llegar" o "me las vas a pagar".
¿Por qué es desobediente nuestro hijo?
En ocasiones, los padres estamos más pendientes de nuestro hijo cuando
se comporta de manera inadecuada, ya sea para regañarle o castigarlo, que
cuando lo hace de forma correcta. Esto conlleva a menudo que los niños se
nieguen a cumplir nuestras exigencias con el fin de llamar nuestra
atención.
Alrededor de los 8 años de edad, es normal que
los niños discutan todas las exigencias impuestas por sus padres. El motivo
principal es que su capacidad de razonamiento se está desarrollando y, a
menudo, la ponen a prueba con sus padres.
Otros factores que pueden estar motivando la desobediencia de nuestro hijo son
que:
¿Cómo podemos actuar ante la desobediencia de nuestro hijo?
Existen unas recomendaciones que facilitarán la obediencia de nuestro
hijo. Si las practicamos de manera constante, probablemente pocas veces nos
veamos obligados a poner en práctica los consejos sobre qué hacer cuando
nuestro hijo nos desobedece.
Antes de que nuestro hijo nos desobedezca:
Veamos un ejemplo.
Otro sistema divertido para conseguir puntos consiste en darle cada día,
en el momento en que se levanta, una cantidad de puntos. A medida que
transcurre el día debe evitar perderlos, es decir, cumplir con el objetivo le
permitirá mantener el número de puntos mientras que desobedecer el objetivo de
la semana hará que disminuya su batería de puntos. Al cabo de una semana, se
sumarán los puntos mantenidos y se canjearán por el premio establecido (50
puntos: una tarde en un parque de atracciones, por ejemplo).
En el momento en que nuestro hijo nos desobedece:
SECRETOS DE OBEDIENCIA
Todo padre sueña con un recetario mágico que le diga cómo ejercer la
autoridad para que sus hijos sean obedientes.
Ese sueño se hace realidad gracias al psiquiatra uruguayo, Alexander
Lyford-Pike, quien en su libro Ternura y Firmeza con los Hijos, explica que la
educación que garantiza obediencia es la que equilibra justamente firmeza con
ternura. El autor entrega a sus lectores trucos concretos y efectivos para
lograr que los niños hagan lo que se les manda. A la hora de dar una orden, conozca
qué debe procurar y qué evitar.
Siempre hay que…
Hablar claro: Consiste en expresar las órdenes de la forma más exacta posible.
Para ello es importante utilizar un lenguaje adecuado, concreto y sin frases
vagas e imprecisas. Por ejemplo: "Deja de molestar a tu hermana
AHORA", "Quiero que te vistas YA para ir al colegio". Estos
mensajes no dejan duda en los hijos sobre lo que se quiere que hagan y cuándo.
"Pórtate bien", "sé bueno", puede no decirles nada. Además
de ser importante lo que se dice, es fundamental la forma en que se hace: Evite
los gritos. Es más eficiente un tono firme, pero calmado.
Mantenga la tranquilidad y siempre hábleles mirándolos a
los ojos y con algún tipo de contacto físico como ponerle una mano sobre el
hombro.
Cuando las órdenes tienen de parte del niño respuestas que conducen a
una tonta discusión, es importante tener armas para no caer en ella. Por
ejemplo, la mamá dice: "ordena tus juguetes ahora" y el niño responde
"pero por qué yo si Pedro también jugó"… y empieza una discusión por
el sentido de justicia de la madre, que finalmente hace que el objetivo inicial
se diluya. Para que esto no suceda, Lyford-Pike propone distintas técnicas,
como la del disco rayado. Ésta consiste en repetir la orden sin oír argumentos.
"Pero mamá…" "Sí, ya lo sé, pero ordena tú los juguetes
ahora" "Pero...” "No me importa, ordena tú los juguetes
ya". Esto es muy útil pues el niño ve que en la discusión no tendrá éxito
y termina por ordenar.
Finalmente, hablar claro implica también saber como padres reconocer las
buenas conductas. Elogiar las buenas reacciones es clave para asegurar las
próximas. ¡Qué bien lo hiciste! ¡Te felicito! son exclamaciones que no deben
ser dichas al pasar, sino deteniéndose y con mucho énfasis.
Respaldar las palabras con hechos: Cuando la comunicación con
palabras no logra aún el objetivo deseado es muy válido aplicar un castigo.
Para esto lo principal es asegurarse de que la orden esté bien dada y si se
sabe que habrá resistencia pensar de antemano un castigo en proporción.
Las acciones disciplinarias más eficaces son: El aislamiento, es decir,
separarlo del resto y dejarlo en una situación aburrida o poco estimulante; y
el retiro de privilegios: ver televisión, usar el teléfono, salir con los
amigos…
Es importante presentar el castigo como opción, es decir, "o te
comes la comida inmediatamente o te vas a tu pieza", pues así el propio
niño tiene la posibilidad de terminar con su mala conducta. La medida
disciplinaria debe ejecutarse lo antes posible, ya que la demora disminuye su
efecto correctivo.
Además, es fundamental después de que el niño haya cumplido su castigo
perdonar y olvidar. Recordarle mil veces lo que hizo no tiene sentido. Por
último, es clave evitar amenazas con castigos impracticables y no olvidar
recompensar con privilegios o premios las conductas que lo ameritan.
Establecer las reglas del juego: Es la respuesta sistematizada de los
padres a la conducta inadecuada de los hijos. El establecimiento anticipado de
las reglas y el cumplimiento de ellas le informa a los niños, que tal conducta
provocará inevitablemente tal respuesta específica de los papás.
Jamás hay que…
Dar respuestas inseguras: Una respuesta es insegura cuando
no le transmite al niño en forma precisa, fácilmente comprensible y firme lo
que se espera que haga. Ejemplo de esto son las afirmaciones inefectivas que
sólo recalcan el mal comportamiento, pero que no dan claramente la orden:
"Te pedí que ordenaras tu pieza y todavía no lo haces, no me haces
caso". Esas quejas sólo diluyen la instrucción y le quitan fuerza, dejando
margen para que el hijo la ignore. Es también una orden insegura la que se hace
en forma de pregunta: "¿Cuántas veces te he dicho que ordenes?".
Esta pregunta es ineficaz, pues sólo transmite el disgusto de la madre
sin expresar autoridad o guía. Obviamente ella no espera que el niño le
conteste "necesito que me lo digas diez veces".
Por eso la mejor afirmación en este caso sería: "Ordena tus
juguetes inmediatamente". El ruego también es una forma de mandar insegura.
"Por favor, anda a acostarte que estoy muy cansada", son órdenes que
nunca son razón suficiente para que el niño deje de hacer lo que está haciendo
porque no entiende ni dimensiona la súplica de su madre.
Por el contrario, transmiten una imagen paterna de fragilidad y
debilidad que induce a la desobediencia. Por último, dentro de este punto y muy
común como reacción poco efectiva es la ignorancia de la desobediencia. Dar una
orden sin verificar que se cumpla y dejar que el niño siga en lo suyo, es como decirle:
"Tengo que darte esta orden…, pero si no me haces caso, no te preocupes,
lo hago yo y no te pasará nada".
Dar respuestas hostiles: La hostilidad o la agresión son
también un tipo de respuestas que no logran que el niño haga lo que se le
manda. Las órdenes con agresividad, son una forma equivocada de autoritarismo
que demuestran la desesperación de los padres y hacen que el niño se sienta
rechazado. Ejemplo de este tipo de reacción son las formas de disminuirlo con
frases como "me vuelves loca", "me enfermas", "eres un
desastre". También las amenazas sin contenido:
Además la agresividad poco efectiva se demuestra en castigos excesivos
no proporcionales a la mala conducta. Éstos, generalmente surgen como una
medida de desahogo de los padres que es poco efectivo. Finalmente, el castigo
físico como los tirones de pelo, pellizcones, empujones o golpes son ineficaces
en los niños. Por lo demás, si la obediencia es por sumisión atemorizada, el
mensaje fracasó, pues el niño debe obedecer porque entiende que así debe
hacerlo y no por susto. Porque lo dice su padre que lo quiere y que sabe lo que
es bueno para él.
Como Padres sabemos
las terribles consecuencias de la desobediencia, por lo tanto estamos en el
deber de corregir a nuestros hijos a temprana edad. La Biblia Dice: Pro 29:17 Corrige a tu
hijo y vivirás tranquilo y satisfecho. (Biblia Lenguaje Sencillo) DHH. Corrige
a tu hijo y te hará vivir tranquilo, y te dará muchas satisfacciones.